fbpx
diciembre 1, 2023

El Lenguaje de los 3 Tambores Batá, Dentro y fuera del Ritual de Santería

Los “Tambores Batá” (de la lengua Yoruba – Nigeriana Tambor). Estos instrumentos en su estado original funcionan como un grupo por si solos y en grupo de tres tambores. Los tambores Batá son tambores bimembranófonos que tienen forma de reloj de arena y sus nombres de pequeño a grande son: Iyá (tambor Parlante), Itótele (medio) y Okónkolo (Pequeño). Como en toda trilogía de tambores y en la usanza africana, se cree que el tambor más grande (Iyá) es el llamado a establecer la comunicación dentro de todo el ritual religioso en el cual éstos se utilizan.

Es así que con base en el modelo lingüístico de Ferdinand de Saussure, y en relación con la premisa que se establece con el lenguaje musical de los “Tambores Batá” como un sistema de comunicación; que podríamos pensar en un lenguaje sistematizado para esa comunicación. Se establecen similitudes del lenguaje entre humanos y Tambores Batá.

Los tambores Batá fueron creados con fines religiosos. Cada vez que tratamos con asuntos de religión, existe un cierto misticismo en todos los objetos que relacionamos con ella, no importa cuál religión sea o de dónde venga.

El simbolismo es parte de lo que vuelve misteriosos e interesantes los instrumentos que se relacionan con la Santería y con sus ritos religiosos, sobre todo los instrumentos musicales que utiliza. Imitan el lenguaje de tal forma, que pueden comunicarse con la gente, los dioses y entre sí.

Las religiones africanas inmigraron a Cuba y posteriormente a Nueva York hace relativamente poco tiempo, y con ellas una serie de objetos representativos de las filosofías de vida de esos pueblos.

La Santería, religión proveniente de Nigeria, y traída a Cuba por el pueblo Yoruba durante el esclavismo, utiliza en sus ceremonias los tambores Batá. Se trata de un grupo de tres tambores que se dice “articulan la fonética del leguaje Lucumí,” del pueblo Yoruba. En el entendido de que los tambores “hablan”, el tambor sagrado se utiliza para llamar o invocar a los dioses u “Orichas”, que no pueden negarse y deben acudir. Cada amarra de cuero, los materiales con que se construyen, cada sonido delicadamente ordenado, tiene una significación particular dentro del ritual de santería siendo éste religioso y cultural.

Aquellos dignos de tocar los tambores de los dioses se destacan por tener vastos conocimientos de su arte, que se ejecuta con todo respeto frente al panteón Yoruba y sus sacerdotes en primera instancia. Para los africanos el tambor habla el idioma del hombre y de los dioses, y la Santería conserva ese principio. Las ejecuciones son verdaderas conversaciones entretejidas por los instrumentistas.

Para aclarar todo este misticismo que envuelve a los tambores, existen datos sobre los conceptos religiosos que se manejan a su alrededor, algo de historia de su origen, lo complicado y simbólico de cada aspecto de su construcción, y la función social de los instrumentistas que los tocan.

Los batá es un trío de tambores de forma clepsídrica, como relojes de arena; los tres son de diferente tamaño, pero tienen la misma forma.  Para conocer éste trio de tambores en su contexto original debemos conocer las particularidades en su ámbito social también. Cada uno tiene dos parches de cuero, uno más pequeño que el otro, uno en cada “tapa del reloj”. En realidad muchos consideran a los batá como un sexteto de membranófonos. Los instrumentos fueron concebidos para fines religiosos, pero los hay para fines meramente musicales. Todo depende del propósito, si reúnen las condiciones para ser consagrados o no.

Los tambores destinados a ceremonias religiosas deben tener una serie de requisitos: Deben construirse con ciertos materiales solamente. Cuando se construyen con los materiales adecuados y se afinan los parches con cuidado, producen un efecto de resonancia que hace pensar a quienes los escuchan, que el sonido de este trío es absolutamente embriagante y mágico. Pero de su construcción me ocuparé luego y con más detalle.

Los tres tambores son inseparables, y se tocan siempre en conjunto, como una familia: se les llama Omóaña o hijos del dios de los tambores. Los tambores consagrados se conocen como Añá, y los profanos como Ilú. El tambor más pequeño se llama Okónkolo u Omelé, y su función dentro del conjunto es más que todo la de tocar un intrínseco rítmico mientras los otros tambores “conversan”. El tambor de talla media se llama Itótele, y aquel encargado de tocarlo debe mantenerse alerta para que intercambie o resalte las impresiones (como el receptor en el lenguaje) del tambor mayor. (Conocido como el tambor principal -y/o parlante).

El tambor grande se llama Iyá o madre. Su papel de “madre” en esta familia de tambores es un símbolo de gran fuerza y de unión con la naturaleza.. Solamente un iniciado de grandes conocimientos y gran poder toca el Iyá, porque es el que dirige toda la organización “tambor – parlante” del evento. A esta persona se le llama Olubatá o jefe de los tambores, y debe saber “hablar” con su tambor como nadie. La responsabilidad es muy grande, puesto que llamar a los Orichas es cosa seria y fundamental para que el resto de la ceremonia se lleve a cabo de la forma ideal. El valor musical, en estos casos, queda en un segundo plano, y a veces ni se toma en cuenta, puesto que lo más importante de estas ejecuciones es su trascendencia de comunicación y fuerza mágica, no su valor estético.

Los tambores deben hacer el encantamiento más fuerte y poderoso, no necesariamente más bello, por lo que los bataleros deben seguir estrictas reglas y ordenamientos pre-establecidos con rigurosidad.

Sin embargo, la maestría y fervor al tocar, más el respeto que tienen los bataleros por su oficio, dan como resultado un hermoso, interesante y maravilloso espectáculo musical, razón por la cual el arte de los batá se ha extendido a otras regiones del globo.

Dentro del ritual de Santería los bataleros y sus tambores tienen su simbolismo familiar entre ellos también. Los tambores representan unidad, y los bataleros son parte de ese concepto. Pero no son hijos del tambor, sino que la mayoría prefiere pensar que se casan con ellos: el hijo producto de esta relación es el vigoroso y potente poder musical que emana del instrumento. Esto también se puede pensar como el texto interpretado por los interlocutores de la conversación establecida por dichos tambores o bien el proceso de intertextualidad según el propósito de la ceremonia. Las jerarquías, como en todas las familias, también existen entre bataleros. Entre más experimentado y más poderoso, más importante y respetado es el músico. La asociación del tambor con el ejecutante es de suma importancia y se piensa que representan una sola entidad. El percusionista que dedica su vida a los tambores sagrados realmente busca ser uno con sus tambores; hay aprendices y toda una gama de rangos en medio, antes de llegar a ser maestro. Su razón de ser está más allá del simple hecho de la creación musical: tiene el poder de encarnar el poder mágico de llamar a los Orichas con su instrumento; creando el ambiente propicio de comunicación entre el hombre y los Dioses. Los Bataleros son la llave; son los conocedores de “la clave del lenguaje de sus instrumentos”.

El ser batalero es ser alguien importante y destacado dentro de su comunidad, y se le respeta como tal. Cuando llega el momento de tocar para una ceremonia, se cede el lugar de privilegio, el tambor Iyá, al más respetado maestro Olubatá. El siguiente en jerarquía toca el Itótele, por ser este el tambor que intercambia discursos con el Iyá; por ratos toca patrones repetitivos, pero debe estar atento para apoyar al Iyá. El tercero en jerarquía es el ancla rítmica, porque tocar Okónkolo no es tan sencillo, pero permite que el intérprete ponga atención a lo que hacen los otros dos y aprender.

Este concepto de unidad y co-dependencia en el proceder de los bataleros prevalece a través de todo el ritual y que se liga estrechamente con el modelo lingüístico (objeto doble) de significación planteado por Saussure.

De ésta manera y volviendo al modelo lingüístico de Saussure se ha de entender que a no tiene significación en tanto no exista b y viceversa. En el plano musical esto toma sentido de la siguiente manera:

En las ejecuciones de tambores batá se emiten seis sonidos diferentes a la vez, pero existe lo que llamaré el canto del conjunto de tambores en su interrelación y así formular el lenguaje sonoro de comunicación. Este se da a nivel musical así como simbólico dentro del ritual ya que existen otros agentes como los cascabeles unidos al tambor Iyá y que crea con su sonido el ambiente propicio para establecer la comunicación con los Dioses.

El ritmo a continuación es conocido como “Chachá – Rocafú” y es utilizado como puente o transición entre uno y otro ritmo previamente asignado a diferentes deidades.

Los pueblos africanos utilizan los tambores para “hablar” con los dioses. El parecido de los sonidos percutidos del tambor con los sonidos de los idiomas africanos es notable y por ello siempre han servido para propósitos de comunicación a distancia: hasta con otros mundos. La presencia de los tambores en ceremonias de comunicación con los dioses u Orichas es fundamental. Al parecer de nada sirven las palabras: es el tambor el que puede alcanzar a los dioses e invitarlos a venir.

En la Santería Afrocubana cada uno de los 24 Orichas o dioses simboliza una parte del creador Olorún. Sin embargo, el creador es inaccesible e incomprensible, por eso es que los humanos acuden mejor a los Orichas, que son flexibles y comunicativos la mayor parte del tiempo. A veces son caprichosos, y tienen sus jerarquías, incluso entre ellos, por lo que se pelean frecuentemente. Pero los tambores pueden engañarlos y obligarlos a presentarse aunque no quieran. Después de todo, los tambores conocen su nombre secreto y su llame particular. El Olubatá es el maestro que consigue, junto con sus compañeros, que los Orichas no se resistan nunca a aparecer frente al necesitado 

Originalmente, el área donde se llevaban a cabo las ceremonias religiosas eran áreas boscosas en África. Al llegar a Cuba, se adaptaron los ritos en habitaciones especiales destinadas a las diferentes etapas de la ceremonia. Todo comienza en una habitación cerrada donde solamente el sacerdote o Babalao, el sujeto del rito, un ayudante y los bataleros tienen permitida la entrada. Esta habitación es llamada el Igbodu. La música es parte crucial puesto que no se puede contactar a los Orichas sin los tambores, y se tocan los llames como letanías uno para cada dios, y hacen la veces de fonemas o interjecciones rápidas con una referencia a cada Oricha; el orden es estricto.

El Iyá toca los llames, y el Itótele y el Okónkolo hacen ritmos simples: didé didé, que en lucumí significa “levántense” o “procedan”. Continúan con el Oru del Igbodu, que son toques con ritmos completos en ciclos para cada Oricha, ya no son sólo referencias. Es como tocar un himno para cada Oricha. Aquí no hay cantos, sólo los sonidos que sacan a sus tambores los expertos bataleros, rindiendo su homenaje mágico a los dioses y conversando con ellos. Se continúa luego al Eyá Eranla donde los iniciados, sacerdotes y funcionarios esperan ansiosos. Al final de la ceremonia se procede al Ibán Baló donde se encuentran mujeres, invitados y público. Los batá son protagonistas de principio a fin. La fundamentación del lenguaje establecido entre bataleros y Dioses representa el concepto de inter textualidad nombrado al principio de éste documento en el cual como acoté se apela a un texto anterior que se replantea según sea la ocasión de la ceremonia.

En manos de iniciados: la construcción del tambor ceremonial

Los batá, en las manos de los iniciados, se cree que pueden conjurar, atrapar la naturaleza, imitar las tormentas, contener las fuerzas naturales, y por tanto el hechicero podrá dominarlas por medio del sonido de los tambores.

La creencia popular dice que los tambores sagrados deben incluir una serie de aspectos en su composición que no deben ser alterados. Sin embargo, y debido a lo complicado de estos procesos, los Batá sin consagrar se construyen hoy en día con técnicas modernas: madera en tablitas o fibra de vidrio, lo que facilita el darle la forma de reloj de arena, llaves de metal como las de las tumbadoras para afinarlos rápida y constantemente, y parches de fiberskin (imitación cuero), que se ven como cuero pero son de fibra artificial, más resistente y poco susceptible a la humedad.

Las mejoras no se aplican a los tambores ceremoniales porque cada parte del todo original tiene una razón de ser. Como los Batá son una familia que representa sobre todo unidad, cada tambor debe estar hecho de un solo tronco único, una sola pieza de madera enteriza para cada uno. En cuanto a las amarras y los parches, tanto en la Santería como en otras religiones africanas, los objetos ceremoniales deben estar hechos de elementos de algo que alguna vez estuvo vivo y que tengan trascendencia para el pueblo: la rama de un árbol sagrado, el cuero de un animal de sacrificio, los huesos de un antepasado, etc. Además, los tambores se cree que pertenecen al dios Changó, por lo que no podría construirse partes de ellos con metal, que se asocia con Ogún. La única excepción es el conjunto de cascabeles de bronce o tchaworo que se utilizan para decorar el Iyá. Los cascabeles son una referencia a Ochún, diosa del amor y la belleza, esposa favorita de Changó.

los tambores bataLos tambores contienen y transfieren poder mágico y sagrado; son para comunicarse, alabar y dar gracias. Son como actores que recitan su papel con orden. Este orden como menciono anteriormente, es invariable y dentro de su simbolismo es equivalente al ritual cristiano de la misa en el cual existe un orden predeterminado e invariable de igual manera. En el lenguaje de los tambores batá existe una interacción muy aguda para lograr la sincronización de los sonidos y de ésta manera el lenguaje puede ser entendido (hablando en cuanto a la lingüística) por el receptor de ese momento. (Uno de los Orichas) Cabe mencionar que en cuanto a comunicación, entre los tambores y los Orichas se establece la comunicación sólo si esta está bien articulada entre los tambores en primera instancia.

Mendéz, M. (2017). “El Lenguaje de los Tambores Batá, Dentro y fuera del Ritual de Santería”. Revista humanidades.

Si te gusto esta nota podes compartir!!

Notas relacionadas

FORMACIÓN MUJER MEDICINA Empezala dónde y cuando quieras. Todas poseemos una voz sagrada que nos llama cuando ALGO quiere nacer de lo profundo de nuestro ser... cuando algo está listo para ser OFRENDADO... cuando nuestra propia MEDICINA desea manifestarse. ¿Conoces cuál es tu Medicina Personal? ¿Cuál es tu Propósito? ¿Qué has venido a ofrendar al mundo? ¡Si resuenas con este llamado te invitamos a formar parte de este Círculo de Mujeres Medicina, a transitar juntas el camino honrando nuestro Sagrado Femenino y dando a luz a la Medicina que llevamos dentro! Te ofrecemos: 🪷Plataforma Virtual con acceso ilimitado 🪷Material Teórico en formato PDF 🪷Libros digitales de Lectura complementaria 🪷Meditaciones en formato mp3 🪷Clases pre-grabadas 🪷Rondas de acompañamiento 🪷 Grupo de Whatsapp para atender tus consultas y compartir con otras mujeres 🪷Musica Medicina para acompañar las prácticas 🪷Certificación avalada al finalizar el proceso Visita nuestro sitio web y accede al programa de Formación ya través del siguiente enlace 👇🏻 https://elcaminodelamujermedicina.com/courses/mujer-medicina

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio